“Una misma pérdida, distintos duelos”

La muerte nos manifiesta la certeza que somos mortales, y con ello una muerte en la familia implica numerosas pérdidas, la de la persona, la de sus roles y relaciones, la de la integridad de la relación familiar y la de las esperanzas y sueño de todo lo que podría haber sido. “Cada perdida esta entrelazadas con todas las demás y, no obstante, su significado es único”. (Walsh, F., 1998, pág. 249)

De alguna manera la pérdida de un miembro del sistema familiar genera una crisis en el sistema en su conjunto, pero las particularidades de ésta en cada uno de ellos son muy importantes de tomar en cuenta. La elaboración del duelo familiar requiere de comunicación abierta donde las diferencias individuales sean validadas y aceptadas. Un buen nivel de diferenciación familiar facilita este proceso, ya que permite que cada miembro se haga cargo del proceso propio sin necesitar que los cercanos vivan y opinen lo mismo, a su vez esto facilita el contacto, la intimidad, la sensación de aceptación, disminuye la omnipotencia moral de unos respecto a otros sobrevivientes, y por sobre todo facilita la elaboración colectiva del duelo y la separación con la figura perdida.

Todo esto nos plantea la importancia de tomar en consideración el pasado, presente, futuro y en consideración la fase del ciclo vital que la familia esté transitando en el momento de la muerte. Dentro de los factores relevantes que son importantes de  mencionar en el sistema familiar están su inoportunidad, la coincidencia con otras pérdidas, situaciones estresantes o cambios en el ciclo vital y una historia de pérdidas traumáticas y duelo no resueltos. Considerar el ciclo vital podría fortalecer la adaptación y resiliencia de la familia para situaciones futuras. Donde surja entonces la muerte como una posibilidad que no solo asusta, si no que permite conectar profundamente con la vida, el sentido y la esperanza.

En el caso de las muertes prematuras o fuera de tiempo pueden ser mucho más difíciles de aceptar, generalmente aparece la sensación de injusticia, son pérdidas que se encuentran fuera de lo normativo  y no hay pautas sociales que preparen para ellas, como el fallecimiento de un hijo que implica que  se revierte el orden generacional natural. Esto puede generar  que aumente la distancia entre cónyuges y también que se generen más problemas o bien que se logren fortalecer, es ahí donde una terapia de pareja o familiar que permita fortalecer a la pareja y también visibilizar el impacto que tiene en los hermanos que quedan, la muerte de ese hermano.

La viudez temprana es otro aspecto importante a considerar dentro del ciclo vital, por lo general ante situaciones de duelo las personas tienden a alejarse dejando desprovisto al sobreviviente de apoyos sociales fundamentales, que podría conllevar a  una sustitución inmediata del cónyuge que murió generándose otro tipo de complicaciones, en donde al romperse la relación sustitutiva aparezca el duelo no resuelto, en este sentido se hace fundamental abordar la culpa y lealtades. “La coincidencia con otras perdidas, situaciones estresantes y cambios en el ciclo vital plantean a las familias tareas y exigencias incompatibles en estos casos es importante junto con el genograma y una cronología para rastrear secuencias y la coincidencia de sucesos nodales a lo largo del tiempo en el campo familiar multigeneracional.” (McGoldrick y Gerson, 1985, en Walsh, F., 1998, pág. 281) Contar con esta información puede revelar la concurrencia de pérdidas y transiciones estresantes y su relación con la aparición de síntomas como por ejemplo coincidencia temporal de una pérdida con otra pérdida, coincidencia entre una muerte y un nacimiento de un hijo, un matrimonio precipitado inmediatamente después de una pérdida. Cuando se acumula tanto estrés es fundamental movilizar el apoyo de los miembros de la familia.

Las pérdidas traumáticas del pasado y duelos no resueltos, en estos casos es importante prestar atención a los patrones de los aniversarios transgeneracionales, esto es, al hecho de que el surgimiento de los síntomas coincida con una muerte o pérdida en una generación anterior en el mismo punto del ciclo vital. Muchas veces los patrones o guiones familiares no resueltos pueden recrearse cuando un hijo alcanza la misma edad, o cuando los individuos alcanzan la misma edad o punto de transición vital. En estos casos es importante facilitar la comunicación franca acerca de los sucesos traumáticos del pasado lo cual ayuda a la familia a aceptar el pasado y diferenciar las relaciones presentes para que la historia no se repita.

De alguna manera lo que queremos reflejar  es que  cuando los terapeutas familiares logramos incorporar el contexto temporal,  el contexto social y la mirada de los distintos duelos dentro de la misma pérdida tenemos una posibilidad de acompañar a la familia y a sus integrantes desde una mirada más evolutiva sin caer en la patologización,  fragmentación o estancamiento del duelo. Lo que facilita el encuentro de sentido frente a la pérdida,  encontrarnos con nuestras propias historias  de pérdida y tener una mirada más comprensiva que facilita la esperanza. Tal como dice Vaclav Havel “La esperanza no es la convicción de que algo terminará bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, sin importar cómo termine”.

“Surge entonces la cercanía de la muerte como una posibilidad que no solo asusta, sino que permite conectarme de verdad con lo que quiero hacer: ¿qué haría yo si me fuera a morir en un año? Esa pregunta trae libertad y nuevas posibilidades. De nosotros depende vivirla con susto o con entusiasmo.”  (Vidal, C., 2014, pág. 2)

                                 Por Angélica Mondaca,  Pablo Gaete, Manuela Aguirre y Camila Paz.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.